Esas energías que nos rodean

Desde que tengo constancia en este planeta y hasta hace relativamente pocos años, viví aterrorizada por aquello que me rodeaba. Aquello que veía pero no entendía. Esas energías que yo entonces veía oscuras, pero que no lo son. Después empecé a verlas como lo que realmente son: Cachitos de energía perteneciente a distintas personas que se quedaron atrapadas en este plano.

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A estos «cachitos» de energía se les llama almas perdidas, seres confundidos, espíritus o simplemente fantasmas…

¿Pero realmente quiénes son? ¿Qué son?

Hay tres tipos de energías atrapadas:

Una. La perteneciente a una persona que dejó su cuerpo físico al morir. Pero cuya alma no fue capaz de abandonar este plano físico por apegos, miedos o porque tenían algo pendiente de resolver. Es un alma, es una persona.  Y la realidad es que se queda para seguir aprendiendo.

El trabajo con ellas es mostrarles el camino de vuelta a nuestro «verdadero hogar», la Luz. Pero teniendo muy claro que no podemos obligarles.

Otra. La perteneciente a personas encarnadas que perdieron un cachito de su energía, por un trauma que les causaron o que ellos causaron a otros. El trabajo con ellas es mostrarles como resolver el trauma pendiente. Y, una vez hecho, ayudarles a que vuelvan a su cuerpo actual, del cual se desprendieron buscando su propia sanación o, en algunos casos, el perdón de la persona a la que dañaron.

La tercera. La energía que generamos con nuestra ira, odio, dolor, rabia, culpa, ego, nuestras palabras o pensamientos de crítica contra los demás… Éstas son las llamadas Energías Proyectadas. O bien hacia otros, o en su mayor parte hacia nosotros mismos, contra nosotros mismos. Estas energías no tienen conciencia de lo que son. Pero igualmente hacen su trabajo de «resonancia» con nosotros, para despertar nuestra conciencia de que hay que interiorizar.

El trabajo que tenemos que hacer con ellas es el de ayudar a su transformación en otro tipo de energía menos densa. O en última instancia, llevarlas a reciclar a la madre tierra y que Ella las transforme en fuente de nueva vida. Pues todos generamos una energía residual que hay que llevar a reciclar y que se deriva precisamente de esas emociones que nos dañan.

En ningún caso se destruyen, en ningún caso se «limpian». No son basura. En los dos primeros casos, son personas y como tal hay que tratarles. Con mucho amor y respeto como si de un niño perdido se tratase.

A lo largo de mucho tiempo, pensé, leí y escuché que había que mandarlas a la luz sí o sí. Que nos robaban la energía propia al no haber pasado ellos mismos por la luz. Que nos confundían y nos hacían cometer actos que de otra manera no cometeríamos. Y todo esto es cierto, por supuesto que sí, aunque tan solo en cierta medida. Porque esta forma de pensar es tan solo para eximirnos de nuestra propia responsabilidad. Cerrar los ojos no hará que la realidad desaparezca.

Así que miré más allá. Y encontré que todas y cada una de estas energías, también suponen verdaderos «despertadores» de conciencia para nosotros, para nuestra alma. También me di cuenta de que, si esas almas (personas) están aún en este plano es porque siguen aprendiendo. Y sobre todo fui consciente de que solo nosotros somos responsables de nuestros actos, de nuestra vida.

Tomemos conciencia de todo lo que nos rodea y avancemos.

Voy a poner algunos ejemplos para que se entienda mejor.

Imagináos que una de las cosas que he venido a sanar a la Tierra es una experiencia anterior donde morí por un navajazo en el abdomen. Y que en el transcurso de mi vida aquí, algunas de estas almas atrapadas se pegaron a mi campo vibratorio haciendo resonar en mi un continuo dolor de estómago.

Tengo varias opciones. O esconderme bajo la manta (literalmente es lo que yo hacía) y esperar que se fueran (cosa que no hacían). O, ponerme a rezar como una loca para que se vayan mientras estoy muerta de miedo por mi desconocimiento. O… hablar con esas almas que están confundidas y necesitan ayuda, y mostrarle el camino de la luz, la puerta hacia nuestro verdadero hogar. Pues solo están perdidas.

Es como si estuviéramos en un pueblo donde no conocemos la lengua. Nadie nos habla. Tenemos miedo. Queremos volver a casa. Pero nadie nos hace caso porque no nos ven y, encima, quien sí nos ve, nos ignora. ¿Os imagináis como se sienten a veces? Exacto. Merecen nuestra comprensión y compasión, no nuestro miedo.

Pero, ¿y mi dolor de estómago?

Bien, tendré que ir más allá y preguntarme: ¿Qué me está intentando decir esta persona que hay en mi campo vibratorio? Sencillo… me está diciendo que sane esa experiencia de vida pasada en la que me clavaron una navaja en mi abdomen.

¿Y cómo lo sé? Interiorizando. Preguntando a mi alma.

¿Cómo sanarla? A través de una terapia regresiva. O bien, si eres capaz y estás formado, a través de un proceso profundo de meditación. Donde la parte de tu energía que entiende, ayudará a esa otra parte dañada a sanar, guiándole cual terapeuta regresivo.

¿Por qué es importante sanarla? Pues por diferentes motivos y todos igual de válidos.

Como que, en aquella experiencia también quedó atrapada un cachito de nuestra energía. Y hay que llevarla a la luz para que se reúna con nuestro Yo Superior, estemos más completos y deje de resonar ese dolor.

También por el trabajo con el perdón de las partes implicadas. O, descubrir si había mandatos que nos estaban afectando en esta vida. O ver cómo nos está afectando esa resonancia a nuestra vida actual… En fin, nos dejamos muchas cosas pendientes de resolver a veces.

Pero no solo estas almas perdidas están ahí para que resuene algo pendiente de sanar de vidas pasadas. También están ahí, para llamar nuestra atención sobre algo que pretendemos aprender en esta vida.

Una vez, una de estas almas que andaba con un hombre, me dijo de él que era muy celoso. Es cierto que el hombre en cuestión se había vuelto más celoso. Pero esta alma estaba con él, además, para magnificar este problema, que se detectara y este señor lo resolviera. Y en ello está, pues la responsabilidad de nuestros actos es exclusivamente nuestra.

En otra ocasión, un alma me dijo que la chica con la que vivía era muy soberbia. Palabras textuales fueron: «Mírala, se cree una reina». Lo cierto es que esa chica había previsto en su programación de vida antes de nacer, que alguien la ayudara a detectar esos «aires de grandeza» que tenía a veces. Y una de las formas que se les ocurrió fue, que la emoción de un alma confundida pegada a su campo vibratorio lo pusiera de manifiesto. Magnificando esos aires de grandeza, para que esta chica lo detectara y se pusiera a trabajar en ello, aún inconscientemente.

Una vez hecho, el alma recurrió a mí para ir a la luz, pues su trabajo con la chica ya había terminado.

Por cierto, ahora la chica «entiende» mucho más.

Lo que quiero decir con todo esto, es que hay que dejar de buscar un culpable de nuestros «males». Pues todo responde a un plan, más o menos acertado, programado por nosotros antes de venir.

¿Y de qué nos sirve saber esto?

Nos sirve para sufrir menos. Pues si somos conscientes en todo momento de que cualquier cosa que nos ocurra, por mala que parezca, tiene doble o triple lectura, aprenderemos y sanaremos más rápidamente, con lo que nuestro sufrimiento será menor.

Si por un leve dolor de estómago que me está resonando me hago una terapia o un trabajo interior, seguramente que no necesitaré enfermar de una úlcera para sanar o aprender aquello que tenía que sanar o aprender. ¿No os parece?

«No te estoy diciendo que será fácil, te estoy diciendo que valdrá la pena»

¿Quiere esto decir que detrás de cada paso que damos hay algo más? No siempre. Pero lo que sí tenemos que hacer es sentarnos, interiorizar y mirar más allá. Hacer esa doble o triple lectura de la que hablaba antes. No sea que realmente sí haya algo pendiente de sanar y estemos desaprovechando la oportunidad de hacerlo.

Hace poquito, una querida amiga ha instaurado ese actuar en su vida cotidiana y realmente le está dando un gran resultado.

También supongo que conforme siga investigando, mis conclusiones podrían ir cambiando. Sin embargo, hoy por hoy es lo que «resuena» en mí tras tantos años de preguntas y más preguntas, de estudio y más estudio, y de experiencias propias y ajenas.

Confío en que estas reflexiones te sirvan tanto como me han servido a mí.

Así pues, te invito a bailar bajo la lluvia. Puede resultar hasta divertido.

Fina Navarro

23 de Junio de 2016
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